Es difícil describir lo que se puede transmitir a través de una simple mirada, los sentimientos y emociones que todos experimentamos, no en vano dicen que los ojos son el reflejo del alma, ya que a través de ellos descubrimos a las personas.
Lamentablemente, nuestro juicio no siempre es bueno o certero; conocemos personas y creemos que por lo que dicen o como dirigen sus miradas hacia nosotros ya las desciframos a la perfección y por completo, pero no se trata sólo de las miradas, sino también de las acciones.
Quizás esto tenga más sentido para mí, que para cualquier otra persona, pero es de las cosas que te das cuenta cuando realmente ves a los ojos a las personas, sobretodo en aquellas en las que tienes la esperanza de encontrar algo, una especie de reciprocidad.
Existen todo tipo de miradas, desde de celos hasta amor, ternura, odio, en fin, demasiadas y una tarea poco productiva intentar enumerarlas en este pequeño espacio; pero como mujer, creo que la mirada que siempre buscamos es la de amor, de complicidad y cariño por parte de la persona con la que compartimos este momento de nuestras vidas, sé que suena cursi pero es la realidad, por mucho que les cueste a algunas aceptarlo.
Lo triste es cuando nos dirigimos hacia esos ojos y no vemos nada, sólo un vacío, donde en un principio pudo haber lujuria y pasión, ahora no queda ni el rastro de eso, en ese momento es cuando sabes que ya no hay para donde continuar, que no queda ninguna razón para seguir juntos; a la vez te encuentras con otras miradas, inquietas, fugaces, con el indicio de la búsqueda de algo en tus ojos, una nueva mirada que puede ser el inicio de otra parte de tu vida.
A mi parecer es de lo más intenso que puede existir, porque por un lado te das cuenta de que de la persona de la cual esperabas todo, no te ofrece nada, al mismo tiempo, de otra persona, recibes miradas, observas conductas, que al final te abren los ojos y descubres en tu interior esa chispa con alguien que no te esperabas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario