No hay cosa más dañina para el ser humano que el tiempo libre, sobretodo para los citadinos y de agenda ocupada, el tener un poco de tiempo para dedicar al ocio significa una desorientación tal para algunos que su mente empieza a maquinar lo que nunca hubieran pensando o les da esa sensación de vacío un necesidad de ocuparse y querer hacer todo lo que no han tenido tiempo suficiente de hacer.
Pero la parte más peligrosa es la de regresar a aquellas conductas nocivas para la salud, desde los desvelos innecesarios, atracones de comida chatarra y pensar en aquella persona que te costó mucho dejar atrás (aunque, si nos ponemos a pensar, si vuelves a pensar en ella, realmente no la dejaste atrás, ¿no?).
Cuando la mente tiene tanto tiempo a su dispocisión, empieza a maquinar todas las posibilidades que existen de encontrar a esa persona, pero te detienes a pensar en otras cosas: distractores, de los cuales hay muchos a la orden del día, ya sean amigos, salir a ver una exposición, una obra de teatro, ejercicio, fiestas con extraños; todo lo que no te recuerde a esa persona, que te aleje, pero al final del día ahí está, justo en el momento antes de dormir, y con las lluvias de este verano, la ventana del pensamiento queda abierta, ya que bailar bajo la lluvia, por muy tentador que suene no lo puedes hacer los siete días de la semana.
Puedes inventar alguna excusa para verlo, curiosamente, al mismo tiempo piensas en todo lo que hizo que se separaran. Dice el dicho que un clavo saca a otro clavo, y te preguntas "¿dónde demonios está ese otro clavo?", porque ese es uno de los efectos del verano, ya sea con calor o lluvia, invita a compartirlo con alguien más. Tanto tiempo, tanto por hacer, tarde y noche, deja las mañanas para dormir, pero ¿con quién disfrutarlo?