Por más increíble que suene, es cierto, el futuro nos ha alcanzado y estamos en sus manos, dependientes de los que disponga hacer de nosotros. Aunque se podría pensar en el futuro sólo en el aspecto tecnológico, caeríamos en un error de reduccionismo.
El futuro viene en todas las formas que nos podemos imaginar, en ideas, acciones, también en el aspecto tecnológico, en la forma de entablar relaciones interpersonales y profesionales; pareciera que la ciencia ficción de los años 50 y 60 es tan palpable y tangible que no sorprende a las nuevas generaciones.
Los niños de hoy están tan acostumbrados a utilizar celulares, a tener acceso a cualquier página de Internet y poder estar enterados de lo que sucede en todo el mundo, a participar en la actividad física que les proveen los videojuegos, a que todo suceda o se realice tan rápido como sea posible, que están a un botón, mejor dicho un clic, de comprar lo que sea; no tienen idea de cómo utilizar una máquina de escribir y si conocen discos de vinil es porque si sus papás no son tan jóvenes, tendrán algunos.
En el caso de los jóvenes y la manera de interrelacionarse, se ve afectada porque ya no existe el anonimato ni la clandestinidad, por un lado, lo que antes se acostumbraba como llamar veinte mil veces al niño que te gustaba, mismas veinte mil veces que colgabas y era sólo para escuchar su voz o lo que estaba haciendo, ya no es posible, ya todo tiene identificador de llamadas, si quieres quedar en el anonimato tienes que utilizar el celular de tu amigo (a) con la condición de que si le regresan la llamada éste finja demencia, como dice Julia Roberts en La boda de mi mejor amigo: "Ya nadie confía en nadie". Ahora todo es por correo electrónico, antes se hablaba de cómo se esperaba la carta de la persona amada con impaciencia y a la llegada del cartero se dibujaba en las personas una cara de alegría, hoy sólo nos entregan cuentas, en su mayoría, y una que otra propaganda.
Nos hemos vuelto tan dependientes de los artilugios electrónicos que a la mínima falla en cualquiera de estos creemos que se acabó el mundo y caemos en el caos, un caos organizacional que muchos le dicen que es como perder la cabeza. Si el celular no responde, no tenemos señal o se le acaba la batería, nos sentimos incomunicados, pero más que eso, nos aislamos de todo. De tal manera que al no estar integrado en las tendencias futurísticas, provoca que el individuo se cuestione su lugar en la sociedad en términos pragmáticos, definirse a si mismo con relación a qué es lo que ve, en dónde come, las redes sociales de las que es parte, en fin, de todo un conjunto de actitudes y factores comerciales.
Tal vez todo esto se deba a una especie de adaptación y ejercicio de exclusión, si no estás dentro no sirves, si quieres sobrevivir únete y mantén informados a los demás. Aún así, no todo queda ahí, es hora de plantear un nuevo futuro, uno más humano y menos industrial, retomar a la naturaleza y la interacción con el ser humano y utilizar el futuro que tenemos en nuestras manos como una alternativa, como una herramienta a la cual recurrir con el objetivo de mejorar la existencia.